lunes, 16 de octubre de 2017

SENDERISMO - RUTA 22 BARRIOS DE LUNA


15/10/2017

¡¡¡Que maravilla y…que pena!!!
Que terrible contraste nos encontramos los 52 senderistas que el pasado Domingo nos acercábamos al Pantano de Barrios de Luna, en una de esas rutas que no se pueden hacer normalmente pero que, aprovechando las circunstancias que se están dando en nuestra tierra con la terrible sequía que estamos sufriendo, nos ha permitido “disfrutar” de una ruta seca, y de paso repasar un poco de la historia de unos pueblos que, antes desconocíamos que existían o al menos hacia mucho que no sabíamos de ellos.
Precioso, y maravilloso, con unas panorámicas extraordinarias y con unos contrastes imposibles de describir, eso es lo que nos ofreció el Pantano o embalse del rio Luna, donde en circunstancias normales el agua oculta todo lo que ahora nos ofrece de forma maravillosa y también, porque no decirlo, con mucha, muchísima pena.
Con la llegada a La Magdalena y con una breve parada para tomar un café, nos dirigimos al punto que habíamos elegido para bajar al Valle y desde allí iniciar una ruta lo más parecida a un desierto, con mucho polvo y con un terreno seco, terriblemente seco, que dejaba ver las marcas hasta donde llega habitualmente el agua y donde los árboles y demás naturaleza marcan una frontera ahora visible y que muestran
hasta que punto hemos desaprovechado un bien como el agua, tan necesario para todo y para todos.
Los pueblos, que en su día fueron anegados por el agua, los lugares donde guardaban sus rebaños, las fincas donde sembraban sus cosechas, las casas donde habitaban e incluso donde algunos habían nacido (en la visita de reconocimiento nos encontramos con una de estas personas), son ahora montones de piedras que dejan su huella pero que también tienen su historia, una historia “ahogada” en agua.
Los senderistas, sobre todo los más jóvenes, se asombraban al ver las marcas de donde llegaba el agua e inundaban de preguntas de porque se había dejado secar tanto el embalse, de porque llegaba el agua tan arriba, de porque esos puentes antiguos de piedra resistían el paso del tiempo en contraste con el majestuoso puente de la autovía, donde constantemente hay tráfico y que desentona con el paisaje fantástico de un valle donde se pierde la vista en mil y una imagen diferente.
Y luego, la Iglesia, esas ruinas de una Iglesia y de un campanario, donde la mayoría de los senderistas subieron por esos 20 peldaños estrechos que marcan la historia de un pueblo ya inexistente, pero que las circunstancias han dejado al descubierto y nos lo deja a la vista.
Y, por el camino, como en una romería, caminantes, bicicletas, motos, quads, caballos, (algunos tuvieron el atrevimiento de acariciarlos e incluso la más joven subirse a uno de ellos para hacerse la foto) infinidad de personas visitando un lugar desconocido para la mayoría y que ahora nos deja imágenes maravillosas
Y, para recordar y no olvidarnos de los nombres y la historia de esos pueblos que forman parte de la historia del embalse de Barrios de Luna y por el orden visto: Lancara primer pueblo, Campo, San Pedro (Entre la Autovia y el Puente viejo o de “Aralla”), Casasola, Miñera (Pueblo de la iglesia y donde terminamos la ruta) y, por el otro lado del rio, Languelles (Ermita), Cosera y Mallo. Y, debajo del agua que no pudimos ver Mirantes, Las Ventas y La Truva.
Y, aún quedan otros cinco hasta un total de 16 que son los que componen este embalse.
No es posible, por último, ni aproximarse a la cantidad de fotos y fotos con cámaras y móviles que se pudieron hacer en este paraje que quedara en nuestra retina, esperemos, por muchos años porque si bien es cierto que es extraordinario, no es menos cierto que la necesidad del agua es mucho más grande y obligada que todo lo presenciado.
Esperemos que esta experiencia no volvamos a repetirla y el agua vuelva a ser lo que nuestros ojos

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