Que preciosidad de pueblos, que gozada de Ruta y que día tan fantástico.
Hay pocas palabras para describir la belleza de algunos pueblos y esta es una de esas ocasiones donde cualquier adjetivo se queda corto para explicar lo presenciado en esta decimosexta Ruta de Senderismo. Lo único que se puede decir es….vayan a visitarlo porque es digno de ver. “ P R E C I O S O”.
A las 8 de la mañana se desplazaban 55 senderistas a visitar un pueblecito de Salamanca y por ello el día se alargó un poco más, teniendo la salida más pronto de lo habitual ya que el viaje era más largo al salir de nuestra provincia y las actividades también eran muchas, por lo que hacía falta madrugar.
La llegada a La Alberca y la breve visita a las estrechas y empedradas calles del lugar ya hubieran merecido la pena las horas de autobús, pero, y esos balcones, y esas tiendas, y esa plaza mayor preciosa donde las haya. Que poco nos dieron de sí los 45 minutos en que estuvimos en ella.
Comenzamos la ruta, con una temperatura agradable para ello. Los 18-20 grados que había hicieron que la marcha fuera muy cómoda y el camino, sin apenas desniveles, era muy agradecido, con cantidad de árboles en flor, otros nos mostraban sus frutos y por supuesto, y aunque parezca mentira, agua, agua por un lado de la senda en un pequeño riachuelo y agua por el otro lado en un perfecto canal de riego que nos fue acompañando en un tramo del camino.
Y por supuesto, animales, de todo tipo, desde las pequeñas hormigas (de un tamaño más grande de lo habitual en nuestras tierras) hasta hermosos caballos que se quedaban mirando a la larga caravana de caminantes que, en fila de a uno, iban cubriendo metros poco a poco.
Los que llevaban cámaras de fotos, se pusieron las botas, ante la cantidad de flores y demás vegetación que pudimos divisar. También la vista del valle merecía la pena, con las montañas al fondo con la copa llena de nieve que hacia un contraste perfecto al estupendo día que había.
Segunda sorpresa, la parada a comer, cuando ya empezaba a apretar el hambre, en una pequeña y frondosa arboleda y al lado de un puente sobre un pequeño riachuelo, y donde muchos metieron sus pies para refrescarlos. Que bien entro el bocata y que a gusto se estaba con los pies en remojo.
Seguimos la ruta y llegamos, tras seguir disfrutando de castaños, alisos, madroños, robles, cerezos y olivos y con el agua, siempre presente como sonido de fondo y fundamental en el paisaje, al lugar llamado Mogarraz.
Y, nada más llegar un letrero que ponía “Mogarraz, declarado uno de los pueblos más bonitos de España”, y no era mentira, era cierto.
Si con la Alberca nos quedamos sorprendidos, Mogarraz, con sus retratos en las paredes, su preciosa plaza y su breve historia contada por el único habitante en la citada plaza, junto a su mujer, donde nos explicaba que los 35 habitantes del pueblo malvivían con los escasos recursos que les proporcionaba la tierra y que apenas podían vender ni el vino, ni otros productos debido precisamente a esa a la escasez de habitantes, que triste.
A poco nos supieron los 45 minutos en esta población cuando ya estábamos montándonos en el autobús y dirigiéndonos a ver uno de los paisajes más extraordinarios que se pueden contemplar desde la Peña de Francia.
Qué lugar para hacer un monasterio, y que lugar para contemplar kilómetros y kilómetros de naturaleza, de un valle extraordinario, del Parque Natural de Las Batuecas, de….miles de mosquitos, vaya plaga nos acompañó durante la breve media hora que estuvimos en este lugar y que nos dejó fascinados, sobre todo por la altura en la que está.
El viaje de vuelta, ya con muchas horas y cansancio acumulado, sirvió para que algunos “pocos”, pudieran echar una cabezadita antes de llegar a eso de las 22:00 horas a La Bañeza y estar pensando en la próxima salida que ….también promete, porque este Club, no está, pero ira a BABIA.
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