En esta ocasión me han requerido como cronista de la sexta edición de “los 10.000 del Soplao”. En primer lugar, destacar que se trata de una de las pruebas de bicicleta de montaña referente en el panorama nacional; de ahí que un grupo de badaneros decidiéramos estrenarnos en ella: Los hermanos Monroy (Fran y J. Carlos), Dani y un servidor (Gustavo). Jesús Bares también participaba, pero para él no era la primera edición. Destacar también la presencia del bananero Benavides, que fue un gran apoyo, así como de Santi y Mar del CD Castrocontrigo.
Comenzamos el viernes con la jornada de viaje, al llegar alucinamos con la cantidad de gente, bicicletas, corredores, etc. La lluvia no tardó en hacer acto de presencia y ya no nos abandonaría hasta el domingo. Una vez recogidos los dorsales, cenamos todos juntos y nos fuimos a dormir a Comillas, más bien tarde que pronto.
Al día siguiente madrugón, nervios, preparativos, etc. Entre prisas y malentendidos no tomamos la salida juntos y en mi caso me quedo en la cola y…sin desayunar. Comienza la prueba y la inmensa serpiente multicolor se estira carretera arriba, toca ir remontando puestos, pero sin cebarse demasiado porque queda mucha tela que cortar. Al principio la lluvia es casi de agradecer, pero se va haciendo más intensa por momentos y, ya en el segundo avituallamiento, hay que ponerse el “chuvas”. Durante la primera parte coincido con Jesús en un par de ocasiones, le pregunto por los otros bananeros, no sé si están por delante o por detrás, él tampoco los ha visto.
Llegan tramos muy empinados y con mucho barro, se acumula mucha gente y hay que apearse, toca tirar de “la burra” hacia arriba. Las bajadas son rápidas, no muy técnicas, pero hay que ir concentrado porque somos muchos y el agua y el barro impiden que se vea bien la trazada.
Los avituallamientos son obligatorios, muy bien montados, los voluntarios se desviven y facilitan las cosas: te limpian las gafas, te recogen los envoltorios, te dan un agua en la bici y te la engrasan… así da gusto.
En el avituallamiento anterior al Moral la lluvia es muy intensa, es un auténtico barrizal y muchos participantes deciden retirarse y dar la vuelta. La verdad es que en ese momento no me parece una idea muy descabellada porque estoy helado de frío, pero decido seguir porque me encuentro muy bien de piernas. La subida es larga, pero las rampas son bastante suaves, así que … a ritmo (sin prisa pero sin pausa). Cuando corono, advierten que en la bajada debemos extremar las precauciones porque comienzan a subir los primeros (menudas bestias). Así que, solamente podemos rodar por el carril de la derecha y adelantar se hace muy complicado. Llegamos al final de la bajada y una chica de la organización nos comunica que la carrera se ha suspendido en ese punto porque en el siguiente alto (Fuentes) ha habido unas 40 hipotermias y las ambulancias están desbordadas. El primer sentimiento es de rabia. Pienso en la preparación, el viaje, pero sobretodo en que las piernas van fenomenales, he ido ahorrando para poder completar y ahora me paran…
Pero, por otro lado, pienso que lo primero es la salud, y que no me gustaría tener una caída y quedarme helado de frío sin poder ser atendido. Así que me mentalizo de que mi aventura ha finalizado y pregunto cuál es el camino más rápido para volver a Cabezón, me dicen que por carretera unos 30 kilómetros.
Comienzo pedaleando en solitario pero pronto encuentro a unos compañeros que les va la marcha y decidimos volver alegres dándonos relevos. Llegamos a meta como si nos jugásemos el podio, por lo menos así nos desahogamos un poco. Es el momento para hacerse las fotos del después y pensar en la duchita y la cerveza.
Más tarde llegan J. Carlos y Dani, a ellos también les han cortado, pero decidieron volver sobre sus pasos (subir el Moral de nuevo), están sobrados los dos, intercambiamos impresiones y nos hacemos las fotos de rigor.
Jesús ha corrido peor suerte, ha tenido una caída y se ve obligado a abandonar.
Por último, esperamos el regreso de Fran, el único que pudo pasar antes de que cortasen y finalizó la prueba completa. Llega con los ojos como centellas (no quiero ni imaginarme cómo haría las bajadas), todos lo felicitamos, es un máquina y estamos orgullosos de él.
Después de la reconfortante ducha ponemos punto y final, los hermanos vuelven a casa y el resto volvemos a Comillas, nos metemos una “cenorra” potente, con postres y jarabes incluidos. Al día siguiente sigue lloviendo, así que desayunamos y decidimos que es buen momento para volver a nuestras casas a descansar, en otra ocasión y con mejor tiempo, habrá que hacer turismo porque la zona lo merece.
Como colofón a esta crónica, decir que no ha sido una prueba que me haya gustado especialmente, está demasiado masificada, no tiene partes técnicas, todo es a golpe de riñón y si el tiempo no acompaña se hace bastante dura. No obstante hay otras cosas que me han gustado: el ambiente, la extraordinaria organización y los voluntarios, los paisajes (aunque con lluvia y niebla desmerecen), etc.
Sumando unas y otras el resultado es que el año que viene seguramente vuelva, ya que no me gusta dejar las cosas a medias. ¿Me acompañas?
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