DIA 10/07/2016
Parece que fue ayer cuando empezamos la aventura del senderismo y acabamos de realizar la décima ruta de esta sección de lo cual nos sentimos muy orgullosos, sobre todo porque vemos que nuestro grupo cada vez es más numeroso y cada vez la gente disfruta de las caminatas como si fuera la primera.
En esta décimar se decidió por ir a visitar los Bufones de Pría, un lugar extremadamente fantástico y que, aunque no fue tan larga como en otras ocasiones, (6 km.) sí que el paisaje visitado no sólo mereció la pena, sino que nos alegró la vista de forma impresionante ante lo que nuestra madre naturaleza puede ofrecernos con solamente agua y tiempo, dos elementos tan necesarios y tan importantes para nuestra propia existencia.
Los Bufones de Pría, son una de esas maravillas que se nos ofrece a la vista y que cuando la vemos en otros países nos sorprendemos, pero sin ser tan extremadamente espectacular como en otros lugares, en nuestra cercana Asturias podemos disfrutar de unas vistas maravillosas de los acantilados y de unas calas preciosas que nos dejan los ojos sin saber donde mirar.
Lamentablemente no pudimos llegar a ver los Bufones en todo su esplendor, es decir, con la marea alta o picada que nos hubiera permitido ver salir el agua como inmensas fuentes o geiser por entre las rocas, pero aún así el espectáculo fue precioso.
La subida de las olas chocando contra las rocas inmensas, el ruido ensordecedor de esa misma marea entrando por debajo de los acantilados produciendo un viento y un sonido que la primera vez te deja completamente atemorizado, las cientos de cavidades, pozos, cuevas que ese mismo agua, junto con el tiempo, han podido formar en las rocas, que en ciertos momentos puedes contemplar desde dentro (cuando la marea desciende) y en otras no te puedes más que imaginar por la fuerza con que es golpeada por las olas.
Con todo esto nos encontramos apenas bajar del autobús y nos hizo retrasar nuestra marcha en más de una hora, pero…quien no se podía quedar a hacer una y mil fotos ante aquel espectáculo
Cuando por fin conseguimos reagrupar a los 52 excursionistas y emprender la breve caminata de 6 kilómetros (ya llevábamos una hora de retraso) el paisaje cambio y pasamos de ver la playa y los acantilados a una preciosa y espesa vegetación donde, cada poco nos encontrábamos una gruta, un riachuelo, un pozo, un puente, un estanque, etc, donde el agua había hecho sus diabluras y rompía con ese manto verde de nuestra vecina Asturias, con sus flores preciosas, sus campos inmensos llenos de vacas pastando o descansando, sorprendidas sin duda por la larga hilera que producían los 52 senderistas en fila de uno y con sus camisetas de diferentes colores que visto desde lejos parecía una serpiente multicolor. (Algún senderista tiene fotos dignas del mejor concurso fotográfico)
Este breve y caluroso paseo nos llevó a una pequeña y preciosa playa que entre otras cosas tiene unas cuevas donde con la marea baja se puede entrar y contemplar de nuevo lo que el agua y el tiempo pueden producir en las rocas.
La visita a esta playa de “Cuevas del Mar” y a la posibilidad ante la marea baja de entrar en una de sus cuevas y ver como entraba el agua mojándonos hasta las rodillas, fue el preludio de una grata, jugosa y expléndida comida en “El Rincón de Robín” donde cada uno degustó lo que había pedido, ya fuera paella, fabada o ensalada y la carrillera, el cordero o el lenguado, todo exquisito.
Esto hizo que nuestra tarde de playa (último objetivo de nuestra excursión), se acortara un poquito, disfrutando solamente de una hora de la preciosa y acogedora playa de “La Griega” en Colunga, donde, a pesar de que el sofocante día mañanero se había nublado, los más valientes aprovecharan de ese tiempo para darse un chapuzón que refresco los cuerpos e hizo más llevadero el viaje de vuelta.
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